Este libro-blog recoge la segunda parte o continuación del ensayo Ser o aparentar (los entresijos de la manipulación global),
en el que se reflejaban las capacidades y potencial humano y los acontecimientos históricos que condicionaban y orientaban
las sociedades actuales en beneficio de unos pocos y sin tener en cuenta las necesidades reales de la humanidad, la naturaleza
y el universo, así como algunos modos de tratar de evitarlos. La información expuesta ahora, pretende poner en evidencia las
mentiras fundamentales sobre los falsos pilares y dogmas de la civilización dominante en la actualidad. Por ello manifiesto mi
reconocimiento y mi más profundo agradecimiento a todos los eruditos, autores, protagonistas y participantes en los vídeos y en
las ideas recogidas en los diferentes capítulos. Muchas gracias a todos ellos, y a ti lector-espectador por tu tiempo e interés.

viernes, 26 de julio de 2019

La mentira fundamental

Cuándo se cuestiona algún dogma o paradigma de los esenciales entre los que sustentan a una ideología, hipótesis, ciencia o creencia, en definitiva, de los que condicionan en algún aspecto nuestros modos de vida aún sin ser demasiado conscientes de ello, la reacción habitual de sus defensores es oponerse frontalmente a tal cuestionamiento, sin detenerse a analizar los hechos y fundamentos que le respaldan y cuál puede ser el alcance y la veracidad de los mismos. Esa actitud puede ser más comprensible, aunque en absoluto justificable, si lo que se pone en entredicho son aspectos relacionados con las religiones o pensamientos espirituales, que parecen ser incuestionables pues los asuntos de deidades son eternos e inamovibles. Entonces a quiénes se oponen a tales aspectos se les tacha de fundamentalistas.

   El adjetivo se ha aplicado desde los medios de difusión, esos que lavan cerebros y condicionan sutilmente pensamientos resultando que dichas sutilezas se incrustan en nuestro subconsciente como certezas absolutas, principalmente a las creencias islámicas por considerarse éstas el principal enemigo del sistema de vida occidental que nos pretenden instaurar, y que siempre necesita de un enemigo real o ficticio, normalmente lo segundo, para nutrirse; pero puede hacerse perfectamente extensible a cualquier religión monoteista, pues para todas ellas su único Dios es únicamente el verdadero, y todos lo demás son falsos y el error imperdonable de quienes siguen esa supuesta falsedad. De ese modo, visceralmente, una parte de la humanidad pretende que otra parte muchísimo mayor de la misma está equivocada y que solo ellos conocen la verdad siendo los demás herejes, infieles o cualquier despreciable y abjecto término que pudieras imaginar, y justificando a partir de ellos cualquier acción al respecto para hacerles reconocer su error, por muy cruel y deleznable que sea o pudiera ser esa actuación.

   Sucede que una vez superados los estigmas, dogmas e imposiciones del oscuro medioevo, ese papel absolutista de certezas incuestionables, ya impuesto el poder de la supuesta razón, instaurada o fundamentada en el pensamiento de René Descartes y su famoso pienso luego existo, fue asumido en su totalidad por la llamada y determinada como ciencia, que demostraba supuestamente la innegable realidad a través del método científico del empirismo, con el que se establecía, a través de la observación, una hipótesis, siempre inicialmente es una hipótesis, que más tarde se pretendía sustentar experimentalmente para garantizar su validez universal. Esto no siempre se consigue, es decir muchas veces, casi siempre, continúa siendo una hipótesis aunque oficialmente aceptada.

   En definitiva lo que se hizo fue cambiar el poder de las sotanas o túnicas rituales respectivas por el de las batas blancas de la ciencia y las cualidades del método científico, sacralizando el sistema hasta términos de deidad, pero siempre acordes al poder dominante establecido, como lo son las propias religiones.


   Para tratar de quitar poder a esos dogmas inamovibles que responden a tradiciones o creencias de dudosa validez citaremos algunas frases del que ha sido considerado, y aún lo es, como uno de los más brillantes científicos de la historia de la humanidad. Albert Einstein afirmaba cosas tales como:

 

La medida de la inteligencia es la capacidad de cambiar.


La creencia ciega en la autoridad es el mayor enemigo de la verdad.


La mente es como un paracaídas… Solo funciona si la tenemos abierta.


   Sabias palabras las del gran científico, pero aún tendrían más valor si el propio Albert Einstein no hubiera sido tan inflexible con cuestiones tales como la física cuántica y su famoso entrelazamiento, afirmando que Dios no jugaba a los dados, o más abierto con teorías como las de Nikola Tesla o Wilhelm Reich, en las que ambos genios, de diferentes modos, pensaban y demostraban la existencia de la Energía Universal a través del éter, el primero, o el orgón, el segundo; y que en otras descalificadas culturas llaman prana, chi, Energía cósmica, kundalini...


   Albert Einstein jamás aceptó esa posibilidad, no sabemos sí por convicción propia o por comodidad para no tener que retocar sus teorías y mantenerse en el pedestal en el que le habían colocado, pero en cualquier caso no les dio el beneficio de la duda que promulgaba. Al fin y al cabo él también era un científico al que se había endiosado, quizás porque el sistema prefiere sustentar verdades a medias que le permitan seguir especulando, a realidades que resuelven gran parte del milagro de la vida, y no conozco a ningún dios que se cuestione su propia deidad.
   Como en realidad todos somos dioses en potencia, porque nuestra mente lo es, quizás entonces lo más prudente sería cuestionarse todo, ya que la verdad absoluta es solo una y tan inabarcable que solo puede ser comprendida desde la Consciencia y Conciencia (con Ciencia) de mente universal que todo lo crea e impregna con su esencia y de la que formamos parte todos y todo. Mientras no lleguemos a esa Conciencia tan difícil de alcanzar lo único que podemos hacer es ir hilvanando las diferentes verdades, o fragmentos de la verdad absoluta que la componen, dependiendo del punto de vista desde el que la observemos o analicemos, es decir la disciplina del conocimiento y variante desde la que la estudiemos, y que el sistema ya se ha ocupado de trocear cada vez más para crear campos de prestigios y expertos más numerosos, incrementar los niveles de especialización y competencia, y alejarnos cada vez más de la verdad completa, que tiene que ser global.

   Es como si la verdad absoluta fuera una esfera y cada campo del conocimiento el punto de vista desde el que la vemos. Así, un biólogo puede verla desde su especialidad de estudio, un físico desde la suya, un químico desde la que le es propia, un matemático desde el lenguaje de los números... Todos tendrán parte de esa verdad pero si no se contempla globalmente y se ensamblan entre sí, ninguno alcanzará la verdad absoluta, aunque serán pomposamente reputados y reconocidos en sus respectivos campos. Es curioso como, por ejemplo, en medicina y salud oficial, quizás la más trascendente de todas las ciencias porque dejamos nuestras vidas en sus manos, cada vez se crean más especialidades diferenciadas (hasta que puede que llegue el momento en que cada órgano tenga la suya y pueda hasta establecerse una cátedra de la uña del dedo meñique del pie izquierdo, ignorando al resto), cuando te atiende un especialista y ve que algún problema del paciente, bien físico o bien señalado por alguna prueba diagnóstica, rápidamente te deriva, como suelen decir ellos en su particular lenguaje, convirtiéndote en un paciente a la deriva igual que un barco qué va sin rumbo definido, a otro especialista diferente, como si ese nuevo problema no pudiera tener nada que ver con el anterior y despreciando e ignorando esa posibilidad, y por consiguiente la probabilidad de sanar al paciente porque nadie es un cúmulo de órganos separados sino que todos deben estar en equilibrio para su correcto funcionamiento.
   Por si fuera poco complejo, y aunque esa verdad absoluta se nos hubiera revelado en algún momento, las distorsiones en la transmisión de la misma y las voluntarias manipulaciones que se efectúen para que no la conozcamos y sigamos sumidos en el error y la parcial oscuridad que facilitan nuestra manipulación y esclavitud, son tantas que componen un endiablado laberinto de luces y sombras que nos dificultan despertar en ella, y en esa conciencia total para de ese modo poder conocer nuestra esencia y la mejor manera de sublimarnos con ella.
   Quizás por eso tal vez sería más atinado no aferrarnos a las geniales frases de excelsos científicos sino quedarnos con las reflexiones de pensadores y filósofos, eso tan despreciado por la cultura dominante en la actualidad hasta su práctica supresión de los programas educativos, tal vez por qué se supone que deben amar la sabiduría en modo global, pensar sobre ello y no ser expertos en ninguna disciplina e ignorar las demás, pues el saber lo abarca todo, aún a riesgo de llegar a la socrática sentencia de solo saber que no se sabe nada. En ese sentido hay una sentencia del pensador, filósofo y escritor francés Paul Valery que, como mínimo, nos tendría que hacer recapacitar.


   Lo que ha sido creído por todos, siempre y en todas partes, tiene todas las posibilidades de ser falso.


   La reflexión, aunque pueda parecer nimia e insustancial, revela una de las claves inamovibles de la naturaleza humana y los peligros que encierra no ser conscientes de ella. Analicemos en profundidad la afirmación.

   Valery asevera que algo que ha sido CREÍDO, y utiliza ese término y no otro cualquiera porque esa capacidad de creer prolongadamente en el tiempo y de ser grabada en su memoria pudiendo ser transmitida y perpetuada, es exclusiva de la especie humana, y abarca la posibilidad de ser cierta o no. Los demás seres vivos, atrapados en la inmovilidad de sus instintos y en su imposibilidad de modificar su entorno, tienen certezas, los seres humanos difícilmente las pueden llegar a tener y solo lo serán en aquellos aspectos inmutables de su ser y sus escasas limitaciones.

   Esa exclusiva capacidad de poder creer tan profundamente que en principio pudiera parecer negativa, pues te aleja infinitamente de las certezas, no lo es en absoluto ya que es lo que permite al humano crear su propia realidad, tal y como se intentó demostrar en el libro Ser o Aparentar. El peligro es que si tu creencia es falsa e inadecuada crearás una realidad falsa e inadecuada, pero la vivirás como si fuera real. Si alguien a quien la sociedad prestigia desmesuradamente, y por ende tú también, te dice qué te vas a morir, lo más probable es que, en tu creencia, te mueras. Del mismo modo, si alguien prestigiado por la sociedad, y por ti también, te dice que si pecas irás al infierno, lo más posible es que si cometes alguno de los que te han interiorizado como graves pecados seas capaz de crearte el infierno en el que redimir esa imperdonable falta; pero en ambos casos eres tú el creador de esa falsa realidad.

   Una vez expuesto el poder y la extensión de creer, de las creencias, el autor francés dictamina que debe ser asumida por todos, siempre y en todas partes. Tal vez convendría matizar aquí que el todos abarcaría únicamente a todos los que la creen porque obviamente a un cristiano le puede no afectar la creencia de un musulmán o la de un judío, ni a la inversa tampoco, como la creencia de un terraplanista o un conspiranoico le puede no afectar a quién no lo sea. Del mismo modo la expresión en todas partes incluye solo las partes donde estén, hayan estado o estarán esos creyentes, y él término siempre se refiere a desde que la creencia se creó, porque al contrario de las certezas y verdades que son constantes e inamovibles las creencias se deben crear, y se pueden modificar o destruir.


   Definida esa capacidad exclusiva del ser humano de creer, se infiere su exclusiva cualidad de crear esas creencias. Es cierto que hay animales y plantas que se mimetizan o actúan de determinado modo particular, para tratar de engañar a sus rivales, depredadores o presas, pero esas actuaciones son puntuales y con un determinado objetivo concreto y normalmente inmediato, pero jamás para formar parte de un truculento y enrevesado plan que puede afectar y modificar condicionadamente su futuro. Así pues otros seres vivos pueden tener la capacidad de crear creencias puntuales y de hacer creer puntualmente a otros seres vivos esas falsas creencias, y tal vez matarles con ellas, pero jamás perpetuarlas indefinidamente en sus vidas condicionandolas en tramas más complejas, hecho diferencial que sí caracteriza al ser humano exclusivamente.


   Bajo esas premisas trataremos de presentar el punto de partida que nos parece más trascendente en la actual sociedad occidental cuyo dominio se ha impuesto y se sigue imponiendo prácticamente en todo el planeta y en casi todos los aspectos vitales con excepción del espiritual, qué oferta otras muchas opciones. Esto puede resultar paradójico porque en realidad partiremos de una creencia religiosa, pero qué ha sido tan importante qué ha influido notablemente en los demás poderes que rigen el mundo hasta el punto de ser unos de sus principales sustentos y modos de expansión, si no el principal, pPues la globalizada cultura del consumo se forjó a su sombra y con su beneplácito.


   En 2016, y tras 22 años de investigación, muchos de ellos dedicados al estudio de los testamentos y textos antiguos, el Ingeniero, profesor y erudito Fernando Conde Torrens editó el libro Año 303. Inventan el cristianismo, a lo largo de cuyas páginas novela las circunstancias que desembocaron en la invención de esta religión y aporta las pruebas que le llevaron a concluir tan descabellada cómo indiscutible hipótesis. El autor, irundarra de nacimiento y pamplonica de orígenes y posterior crecimiento vital, demuestra las conclusiones a las que llegó tras arduas y largas investigaciones: Los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento y algunos textos más fueron escritos por encargo del emperador Constantino I a un cualificado equipo de dos redactores que prolongó su trabajo durante 20 años, hasta que estuvo listo, y con el fin de fundar una nueva religión que mantuviera la preponderancia y el dominio del Imperio Romano.


   Fernando Conde Torrens rompe la piedra maestra que sustenta la mayor parte de la civilización occidental actual, no en vano al demostrar qué Jesucristo es un mito inventado y que jamás existió, al menos en la época y lugares en los que se le ubica, y con la vida que se le adjudica y réplica en películas, textos y documentos que se consideran tan sagrados e indiscutibles como la propia Biblia, pone en cuestión todo lo demás que nos quieren inculcar, ya que su figura marca completamente la historia de nuestro planeta y nuestra tierra y especie, al menos en lo que se refiere a las culturas occidentales. Ya solo cronológicamente toda nuestra historia está basada en la fecha de su presunto nacimiento. Fernando Conde demuestra que la hipótesis sobre la manipulación que llevó a cabo Constantino I a partir de su entrada al poder del Imperio Romano de Occidente era ingenua, pues en Ser o aparentar especulaba con que se había modificado la verdadera historia de Jesucristo, y la realidad, comprobada y contrastada por Conde deja patente que Jesucristo fue un invento creado por dos expertos escritores aleccionados por el susodicho mandatario romano que acabó coronandose cómo primer Papa de la Iglesia Católica.


   El trabajo de los dos encargados de crear los falsos nuevos evangelios se prolongó durante más de dos décadas y sentó las bases de unas creencias que dominan a todo el cristianismo, y por ende a la civilización capitalista actual desde entonces, con lo que esto supone. Fernando Conde afirma, con toda la razón del mundo y parte del universo, que desde entonces hemos estado sumidos en 17 siglos de mentiras, oscurantismo, miedo e ignorancia.



   El cuestionamiento planteado por el doctor Fernando Conde también es puesto en entredicho por autores como el teólogo y ex-sacerdote catalán Llogari Pujol, qué desvela orígenes egipcios en el mito de Jesucristo, o el escritor argentino Demetrio Charalambous que también aporta múltiples pruebas sobre la inconsistencia de los relatos cristianos. La grandeza exclusiva de Conde Torrens es que descubre las claves irrefutables de cómo se gestó y realizó el invento. A partir de esa gran mentira sobre la que se edifica todo el cristianismo dominante en el mundo occidental la maestría del erudito irundarra-navarro ya no se preocupa de las fuentes de las que bebieron los falsificadores para crear sus fantásticos relatos evangelizadores, pues al fin y al cabo da lo mismo, así que se centra más en la sabiduría del conocimiento que la falsa religión nos oculto y vuelca todo su empeño en tratar de revelarnosla. En su página web http://www.sofiaoriginals.com/, pone a nuestro alcance ya no solo las pruebas que le revelaron la brutal falsificación sino gran parte de los conocimientos ocultos que encontró sobre los sabios griegos al realizar sus investigaciones, y cuyo estudio y práctica sin duda llevarán al ser humano a conocer su esencia divina y sublimarse como tal. De esta manera el gran maestro Fernando Conde Torrens nos invita a realizar un satisfactorio viaje a nuestro propio conocimiento y nos ayuda a encontrar nuestro verdadero ser, para lo que es absolutamente necesario desechar todas las falsas creencias que nos construyen.


   A través de nuestros conocimientos y de nuestra arrogancia es sencillo caer en la tentación, esa de la que estamos libres pues volamos más allá de religiones y creencias, y muy por encima de ellas, de que eso no nos afecta, pues tal vez desde hace mucho tiempo creíamos haber superado las manipulaciones espirituales y basar todos nuestros pensamientos en conocimiento científico, e incluso por poseer una o varias carreras, másteres o demás rimbombancia con las que adornamos nuestros currículos para beneplácito y satisfacción del corrupto sistema dominante. Pero todos esos pomposos títulos y cursos, además de arrancarnos nuestro tiempo, dinero y esfuerzos, solo nos garantizan lo que la oficialidad admite cómo conocimiento. Suficiente para alimentar nuestra vanidad y lo que el sistema pretende de nosotros, pero claramente insuficiente para conocer la realidad que nos ampara y que en muchos casos nos pretenden ocultar para mantenernos felizmente esclavizados a sus intereses.


Es cierto, y evidente, que la afirmación marxista de que la religión era el opio del pueblo ha sido ampliamente superada por gran parte de los individuos pero también es ineludible aceptar que ese opio que nos adormece se ha trasladado de los templos y creencias religiosas a los templos y estadios deportivos, a los canales y platos de televisión, a nuestros ordenadores y teléfonos móviles con sus redes sociales y comunicaciones inmediatas que nos llenan las mentes de banalidades, mentiras y ruidos que distorsionan nuestro verdadero ser.


La oscura época qué supuso la Edad Media con la negación de todos los conocimientos anteriores y el tamizado a través de esas falsas creencias de cualquier tipo de pensamiento, mMarca muchísimo más de lo que podamos pensar o admitir la realidad social actual y por ende la nuestra. Solo hay que recordar que la mayoría de reinos, monarquías, dictaduras y cualquier tipo de poder político, lo eran con el beneplácito de ese dios falso e inexistente y que a partir de ahí los papás controlaron una importante parte del poder y del conocimiento, imponiendo su ideología a través de la coacción, el miedo y la fuerza, tal vez llegando a su a su apogeo en lo considerado cómo Santa Inquisición y adaptando sus posiciones al progresivo despertar humano que desde los poderes dominantes siempre se ha tratado de controlar. A partir de aquí el que no quiera verlo que no lo vea, pero es más que evidente que TODO, porque todo es todo en esa reiteración que está tan de moda ahora, está manipulado así que si no te lo cuestionas jamás llegarás a ni siquiera vislumbrar la realidad qué nos afecta y nos rodea.